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miércoles, 26 de febrero de 2014

LA PECADORA PENITENTE.


Mateo 26: 6-13
Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
  

“Mejor es llegar a tiempo que ser convidado”, dice el refrán, y no sin razón, pues una grata sorpresa da más placer que una cosa esperada, especialmente cuando ésta no resulta tan buena como se había anticipado. La historia de la comida en la casa de uno de los Fariseos de Galilea es un buen ejemplo. Muchos huéspedes habían sido invitados, más ninguno se alegró tanto como una mujer de mala fama a quien nadie hubiese pensado ni por un instante invitar. Los convidados, satisficieron su apetito físico, estimulando su curiosidad y deleitándose en la conversación, mientras que la entrometida que alcanzó el clímax de su dicha, fue despedida con las palabras más consoladoras del Salvador, y, después de dos milenios, es la más recordada de todos.
¿Quién era la extraña no convidada? De sus antecedentes previos a su aparición en la casa del Fariseo no tenemos ningún detalle aparte del hecho de que era mujer de mal vivir, que raíz de encuentro con Jesús se había arrepentido de su pecado y había experimentado una transformación total en su vida.
El primer capítulo de su historia es su descenso al abismo de la degradación, el segundo, su conversión, el tercero su amor y gratitud hacía su Salvador, y el final, la certidumbre de su salvación.
1-SU DESCENSO A LA INFAMIA.
Uno de los principios básicos de la lógica es que no puede haber efecto sin causa suficiente. Es una verdad evidente por sí misma. No puede ser de otro modo. Cuando un viajero se pierde, es porque se ha apartado del camino verdadero o se ha desorientado. La perdición moral y espiritual, del mismo modo tiene sus causas. Son de abandono de la senda de la rectitud el olvido de la Ley de Dios y la elección de un rumbo sugerido por el enemigo triple de las almas: el mundo, la carne y el diablo.
a)      andar en consejo de malos.
b)      Estar en camino de pecadores u
c)      Sentarse en silla de escarnecedores.
De niña esta mujer prefería el consejo de los malos. Su conversación sembraba malos pensamientos en su mente. Se dejó engañar por una confusión entre el placer y la felicidad. El placer nos agrada siempre mientras lo experimentamos mas deja un vacío creciente que siempre reclama mayores y más frecuentes indulgencias hasta convertirse en vicio que esclaviza. La felicidad es algo completamente diferente. No es la suma de muchos placeres, ni se alcanza por vía de pecaminosidad. Cuando la perseguimos, siempre se nos escapa y nos favorece con grata compañía solamente cuando en forma abnegada nos olvidamos de nosotros mismos en el servicio de Dios y de nuestros semejantes.
Pronto llegó a la segunda etapa. Comenzó a frecuentar el camino de los malos. La halagaban por su belleza y la engañaban con sus promesas. Las aguas hurtadas le parecían engañaban con sus promesas. Las aguas hurtadas le parecían dulces, y el pan comido en oculto, suave. Al principio, ejercía toda clase de precaución para ocultar la clase de vida que llevaba. Entonces llegó el tiempo en que el pecado ella amaba se hizo tan importante como su mismo nombre, desde ese momento su caída se aceleró rápidamente.
Finalmente, llegó a la silla de los escarnecedores, o sea el lugar de una descarada impiedad. Todo el mundo sabía ya que clase de mujer era. Todo su pudor se había desvanecido.
2-SU ENCUENTRO CON JESUS
Había estado Jesús en Galilea por algún tiempo y, no obstante sus esfuerzos para evadir la publicidad exagerada, las noticias de su actuación se había extendido por toda la comarca y la virtud del Señor estaba allí para sanarlos física y espiritualmente, todo lo cual provocó gran escándalo entre los escribas y los Fariseos. Cierto día, había sanado a un paralítico, cuyos amigos, no pudiendo acercarse a Jesús de otra manera, habían hecho una abertura en el techo y le habían bajado con sogas a los pies de Jesús, eso fue causa de habladuría por los Fariseos al igual que la amistad que hacía con los publicanos.
Cuan alentadoras estas nuevas para la desdichada mujer. El consejo de los malos la había conducido, no a la felicidad, sino a la silla de los escarnecedores y a la deshonra más completa. Su actitud hacia la vida ya se tornó cínica. Todo le parecía ilusión y engaño, aún los más buenos le parecían hipócritas hasta que se enfrentara con Jesús.
Cuán bueno este Hombre y cuán diferente de los demás. Su integridad y condescendencia, su rectitud y compasión para con los descarriados además de su evidente poder sobrenatural, le señalaban como un Varón de Dios como ningún otro.
Otra mujer convencida del poder del Salvador, había tocado el borde de su vestido y se había sanado. Al instante e su azote físico. La mujer pecadora hizo algo parecido en el plano espiritual. Su enfermedad era de muerte, las puertas del infierno se abrían de par en par ante ella, el horror más espantoso se le apoderó pero el remedio estuvo a la mano, reconociendo su necesidad, elevo su corazón a Dios en oración suplicándole que hiciera para ella lo que el Salvador había prometido. Imploró el perdón recibió una nueva vida, su fe le había salvado, una paz nunca imaginada llenó su ser entero ¿ cómo podría agradecer a su Benefactor?
3-SU EXPRESION DE GRATITUD
Por regla general, los Fariseos eran contrarios a Jesús, pero hubo uno en Galilea que loe invitó a su casa para comer, la vida social en el oriente se caracteriza hasta hoy con un grado de sencillez y libertad desconocidas en el occidente. Era lo mismo en tiempo de Jesús, su manera de comer también difería notablemente de la nuestra. Semi acostados en divanes, los invitados se agrupaban alrededor de la mesa, apoyados sobre el brazo izquierdo y con los pies descalzos y vueltos hacia atrás. Si se tratase de un huésped distinguido o de una conversación amena, no era nada fuera de lo común el ingreso al comedor de muchas personas no invitadas.
Informada de la presencia de Jesús en la casa del Fariseo, la Pecadora Penitente se dirigió allí, pues para ella significaba la oportunidad única para la manifestación de su gratitud, en efecto su plan fue muy atrevido por dos razones, no sería del agrado del Fariseo su presencia bajo su techo, ni sería muy halagador para ella exponerse a la mirada y escuchar los comentarios poco favorables de los concurrentes mientras llevaba a cabo su proyecto, pero por encima de todo, sentía la necesidad de expresar su amor y gratitud a su Benefactor, y el amor ganó la victoria, llevando la cosa más preciosa y preciada que tenía un frasco de alabastro que contenía un ungüento sumamente costoso, se dirigió a la casa de Simón, Fariseo y, sin pedir permiso a nadie, se introdujo en el comedor.
Al instante se produjo un murmullo de sorpresa y disgusto. El Fariseo, sumamente mortificado ya que esta clase de persona era la última que deseaba ver al abrigo de su tejado, especialmente en tal ocasión habría ordenado que la echaran fuera en el acto
, si es que la cortesía lo hubiera permitido. No había instante que perder, sin siquiera dirigir una mirada a Simón, fue directamente al reclinatorio donde se encontraba Jesús, allí por la emoción que agitó su ser, la intrusa se deshizo en un diluvio de lágrimas que cayeron sobre los pies del Señor, luego de tranquilizarse, los enjugó con su cabello y con toda reverencia los besó, tomo entonces su precioso ungüento y le ungió de manera que el salón se llenó de exquisita fragancia.
De todos los presentes en aquella fiesta sólo Jesús comprendió la realidad de la situación, pudo discernir en la Penitente una alma contrita por su pecado, mas perdonada y transformada por su gracia y en el llanto y ungimiento, la expresión más elocuente que pudiera haber del amor y gratitud de que rebosaba su corazón por los beneficios recibidos. En cambio, el Fariseo no vio sino una atrevida de mal vivir, un alabastro costoso roto y un desperdicio innecesario de precioso ungüento, contemplando la extraordinaria escena, razonaba dentro e sí que ningún profeta toleraría contaminarse ceremonialmente por el contacto de una mujer descarriada ni recibiría con aprecio su devoción.
SU CERTIDUMBRE DE SALVACION
Jesús sabiendo lo que encerraba el pensamiento de Simón no exteriorizado todavía en palabras se apresuró a contarle la parábola de los Dos Deudores.
Empero Jesús le obligó a contemplarle y a reconocer que ella le había hecho los honores de su casa, es evidente que Jesús estaba haciendo una comparación entre el Fariseo y la Penitente, ambos eran pecadores, ambos habían expresado su aprecio a Jesús, Simón de modo casual y la mujer de la manera más pródiga, Simón se consideraba muy superior a la intrusa pero antes de terminar de hablar Jesús tenía amplios motivos para cambiar su opinión, cada cosa que mencionó Jesús en su comparación de las dos actitudes hacia El constituyó un peldaño más de humillación para Simón como también, un peldaño más de ensalzamiento para el objeto de su desprecio, ninguna de sus omisiones de cortesía constituyó un pecado, pero cada una revelaba cuan erado estaba en su juicio, se veía a sí mismo como un gran caballero, que condescendía a ofrecer su hospitalidad a un Predicador de justicia la cual veía ya menguada por la intromisión de un desvergonzada, la desechada en cambio, había suplido sin pensar en ello todas sus deficiencias con creces y si bien el Fariseo había trataddo a su Huésped apenas con la más elemental cortesía ella le colmó de apecio, gratitud y devoción.
Nadie que no haya sido perdonado mucho puede saber jamás la dicha que experimentaba la Penitente en aquellos instantes, había sido una gran pecadora, ella si se había arrepentido, Jesús era su primera y única esperanza y quiso abandonar su vieja vida para seguirle, le esperaba aún lo mejor tus pecados te son perdonados, tu fe te ha salvado, ve en paz
Para la mujer no había duda ninguna ella sabía que había sido perdonada y su vida transformada, su conciencia ya no le atormentaba, hubo una sola conclusión para ella, que su Salvador era el Cristo, había gustado que Dios es bueno y experimentado la dicha de los que en Él confían.
El mundo, la carne y el demonio estaban en su contra, únicamente su fe en El le había salvado y su amor constituyó el fruto de la nueva vida que había recibido.






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