Mateo 26: 6-13
Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el
leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran
precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver
esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque
esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y
entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho
conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí
no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha
hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este
evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para
memoria de ella.
“Mejor es llegar a tiempo que ser convidado”, dice el
refrán, y no sin razón, pues una grata sorpresa da más placer que una cosa
esperada, especialmente cuando ésta no resulta tan buena como se había
anticipado. La historia de la comida en la casa de uno de los Fariseos de
Galilea es un buen ejemplo. Muchos huéspedes habían sido invitados, más ninguno
se alegró tanto como una mujer de mala fama a quien nadie hubiese pensado ni
por un instante invitar. Los convidados, satisficieron su apetito físico,
estimulando su curiosidad y deleitándose en la conversación, mientras que la
entrometida que alcanzó el clímax de su dicha, fue despedida con las palabras
más consoladoras del Salvador, y, después de dos milenios, es la más recordada
de todos.
¿Quién era la extraña no convidada? De sus antecedentes
previos a su aparición en la casa del Fariseo no tenemos ningún detalle aparte
del hecho de que era mujer de mal vivir, que raíz de encuentro con Jesús se
había arrepentido de su pecado y había experimentado una transformación total
en su vida.
El primer capítulo de su historia es su descenso al abismo
de la degradación, el segundo, su conversión, el tercero su amor y gratitud
hacía su Salvador, y el final, la certidumbre de su salvación.
1-SU DESCENSO A LA INFAMIA.
Uno de los principios básicos de la lógica es que no puede
haber efecto sin causa suficiente. Es una verdad evidente por sí misma. No
puede ser de otro modo. Cuando un viajero se pierde, es porque se ha apartado
del camino verdadero o se ha desorientado. La perdición moral y espiritual, del
mismo modo tiene sus causas. Son de abandono de la senda de la rectitud el
olvido de la Ley de Dios y la elección de un rumbo sugerido por el enemigo
triple de las almas: el mundo, la carne y el diablo.
a) andar
en consejo de malos.
b) Estar
en camino de pecadores u
c) Sentarse
en silla de escarnecedores.
De niña esta mujer prefería el consejo de los malos. Su
conversación sembraba malos pensamientos en su mente. Se dejó engañar por una
confusión entre el placer y la felicidad. El placer nos agrada siempre mientras
lo experimentamos mas deja un vacío creciente que siempre reclama mayores y más
frecuentes indulgencias hasta convertirse en vicio que esclaviza. La felicidad
es algo completamente diferente. No es la suma de muchos placeres, ni se
alcanza por vía de pecaminosidad. Cuando la perseguimos, siempre se nos escapa
y nos favorece con grata compañía solamente cuando en forma abnegada nos
olvidamos de nosotros mismos en el servicio de Dios y de nuestros semejantes.
Pronto llegó a la segunda etapa. Comenzó a frecuentar el
camino de los malos. La halagaban por su belleza y la engañaban con sus
promesas. Las aguas hurtadas le parecían engañaban con sus promesas. Las aguas
hurtadas le parecían dulces, y el pan comido en oculto, suave. Al principio,
ejercía toda clase de precaución para ocultar la clase de vida que llevaba.
Entonces llegó el tiempo en que el pecado ella amaba se hizo tan importante
como su mismo nombre, desde ese momento su caída se aceleró rápidamente.
Finalmente, llegó a la silla de los escarnecedores, o sea el
lugar de una descarada impiedad. Todo el mundo sabía ya que clase de mujer era.
Todo su pudor se había desvanecido.
2-SU ENCUENTRO CON JESUS
Había estado Jesús en Galilea por algún tiempo y, no
obstante sus esfuerzos para evadir la publicidad exagerada, las noticias de su
actuación se había extendido por toda la comarca y la virtud del Señor estaba
allí para sanarlos física y espiritualmente, todo lo cual provocó gran
escándalo entre los escribas y los Fariseos. Cierto día, había sanado a un
paralítico, cuyos amigos, no pudiendo acercarse a Jesús de otra manera, habían
hecho una abertura en el techo y le habían bajado con sogas a los pies de
Jesús, eso fue causa de habladuría por los Fariseos al igual que la amistad que
hacía con los publicanos.
Cuan alentadoras estas nuevas para la desdichada mujer. El
consejo de los malos la había conducido, no a la felicidad, sino a la silla de
los escarnecedores y a la deshonra más completa. Su actitud hacia la vida ya se
tornó cínica. Todo le parecía ilusión y engaño, aún los más buenos le parecían
hipócritas hasta que se enfrentara con Jesús.
Cuán bueno este Hombre y cuán diferente de los demás. Su
integridad y condescendencia, su rectitud y compasión para con los descarriados
además de su evidente poder sobrenatural, le señalaban como un Varón de Dios
como ningún otro.
Otra mujer convencida del poder del Salvador, había tocado
el borde de su vestido y se había sanado. Al instante e su azote físico. La
mujer pecadora hizo algo parecido en el plano espiritual. Su enfermedad era de
muerte, las puertas del infierno se abrían de par en par ante ella, el horror
más espantoso se le apoderó pero el remedio estuvo a la mano, reconociendo su
necesidad, elevo su corazón a Dios en oración suplicándole que hiciera para
ella lo que el Salvador había prometido. Imploró el perdón recibió una nueva
vida, su fe le había salvado, una paz nunca imaginada llenó su ser entero ¿
cómo podría agradecer a su Benefactor?
3-SU EXPRESION DE GRATITUD
Por regla general, los Fariseos eran contrarios a Jesús,
pero hubo uno en Galilea que loe invitó a su casa para comer, la vida social en
el oriente se caracteriza hasta hoy con un grado de sencillez y libertad
desconocidas en el occidente. Era lo mismo en tiempo de Jesús, su manera de
comer también difería notablemente de la nuestra. Semi acostados en divanes,
los invitados se agrupaban alrededor de la mesa, apoyados sobre el brazo
izquierdo y con los pies descalzos y vueltos hacia atrás. Si se tratase de un
huésped distinguido o de una conversación amena, no era nada fuera de lo común
el ingreso al comedor de muchas personas no invitadas.
Informada de la presencia de Jesús en la casa del Fariseo,
la Pecadora Penitente se dirigió allí, pues para ella significaba la
oportunidad única para la manifestación de su gratitud, en efecto su plan fue
muy atrevido por dos razones, no sería del agrado del Fariseo su presencia bajo
su techo, ni sería muy halagador para ella exponerse a la mirada y escuchar los
comentarios poco favorables de los concurrentes mientras llevaba a cabo su
proyecto, pero por encima de todo, sentía la necesidad de expresar su amor y
gratitud a su Benefactor, y el amor ganó la victoria, llevando la cosa más
preciosa y preciada que tenía un frasco de alabastro que contenía un ungüento
sumamente costoso, se dirigió a la casa de Simón, Fariseo y, sin pedir permiso
a nadie, se introdujo en el comedor.
Al instante se produjo un murmullo de sorpresa y disgusto.
El Fariseo, sumamente mortificado ya que esta clase de persona era la última
que deseaba ver al abrigo de su tejado, especialmente en tal ocasión habría
ordenado que la echaran fuera en el acto
, si es que la cortesía lo hubiera permitido. No había
instante que perder, sin siquiera dirigir una mirada a Simón, fue directamente
al reclinatorio donde se encontraba Jesús, allí por la emoción que agitó su
ser, la intrusa se deshizo en un diluvio de lágrimas que cayeron sobre los pies
del Señor, luego de tranquilizarse, los enjugó con su cabello y con toda
reverencia los besó, tomo entonces su precioso ungüento y le ungió de manera
que el salón se llenó de exquisita fragancia.
De todos los presentes en aquella fiesta sólo Jesús
comprendió la realidad de la situación, pudo discernir en la Penitente una alma
contrita por su pecado, mas perdonada y transformada por su gracia y en el
llanto y ungimiento, la expresión más elocuente que pudiera haber del amor y
gratitud de que rebosaba su corazón por los beneficios recibidos. En cambio, el
Fariseo no vio sino una atrevida de mal vivir, un alabastro costoso roto y un
desperdicio innecesario de precioso ungüento, contemplando la extraordinaria
escena, razonaba dentro e sí que ningún profeta toleraría contaminarse
ceremonialmente por el contacto de una mujer descarriada ni recibiría con
aprecio su devoción.
SU CERTIDUMBRE DE SALVACION
Jesús sabiendo lo que encerraba el pensamiento de Simón no
exteriorizado todavía en palabras se apresuró a contarle la parábola de los Dos
Deudores.
Empero Jesús
le obligó a contemplarle y a reconocer que ella le había hecho los honores de
su casa, es evidente que Jesús estaba haciendo una comparación entre el Fariseo
y la Penitente, ambos eran pecadores, ambos habían expresado su aprecio a
Jesús, Simón de modo casual y la mujer de la manera más pródiga, Simón se
consideraba muy superior a la intrusa pero antes de terminar de hablar Jesús
tenía amplios motivos para cambiar su opinión, cada cosa que mencionó Jesús en
su comparación de las dos actitudes hacia El constituyó un peldaño más de
humillación para Simón como también, un peldaño más de ensalzamiento para el
objeto de su desprecio, ninguna de sus omisiones de cortesía constituyó un
pecado, pero cada una revelaba cuan erado estaba en su juicio, se veía a sí
mismo como un gran caballero, que condescendía a ofrecer su hospitalidad a un
Predicador de justicia la cual veía ya menguada por la intromisión de un
desvergonzada, la desechada en cambio, había suplido sin pensar en ello todas
sus deficiencias con creces y si bien el Fariseo había trataddo a su Huésped
apenas con la más elemental cortesía ella le colmó de apecio, gratitud y
devoción.
Nadie que no
haya sido perdonado mucho puede saber jamás la dicha que experimentaba la
Penitente en aquellos instantes, había sido una gran pecadora, ella si se había
arrepentido, Jesús era su primera y única esperanza y quiso abandonar su vieja
vida para seguirle, le esperaba aún lo mejor
tus pecados te son perdonados, tu fe te ha salvado, ve en paz
Para la mujer
no había duda ninguna ella sabía que había sido perdonada y su vida
transformada, su conciencia ya no le atormentaba, hubo una sola conclusión para
ella, que su Salvador era el Cristo, había gustado que Dios es bueno y
experimentado la dicha de los que en Él confían.
El mundo, la
carne y el demonio estaban en su contra, únicamente su fe en El le había salvado
y su amor constituyó el fruto de la nueva vida que había recibido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario