*Marcos 15: 17-23
Y le vistieron de púrpura, y
poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarle: ¡Salve,
Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y
puestos de rodillas le hacían reverencias.
Después de haberle escarnecido, le
desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para
crucificarle. Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro
y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz. Y le llevaron a un
lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera.
Un hombre, desconocido hasta este
momento, un hombre más de los que estaban en medio del gentío, quizás sin saber
nada de lo que estaba sucediendo. Lo que si podemos afirmar es que se encontraba
justo en un punto del trayecto final de Nuestro Señor, en el trayecto que
llevaba a Nuestro Señor hacia el instante en que fue clavado en la Cruz por
todos nosotros.
Puede que Simón de Cirene hubiese
visto antes a Jesús, puede que no, casi seguro que había oído hablar de El. Volvía
del campo para prepararse ante la inminente Pascua judía.
La escena que presencia es por todos
conocida; tres hombres camino del Gólgota, uno de ellos, Jesús, casi
irreconocible a causa de los latigazos y golpes recibidos, con todo el cuerpo
recubierto de su preciosa sangre.
Debido a todo el sufrimiento
recibido, Jesús de Nazareth no puede con el peso de la cruz, esta tremendamente
debilitado, falto de fuerzas; los soldados que acompañan al cruel cortejo se
dirigen hacia Simón de Cirene para mandarle sea el quien lleve la cruz de
Nuestro Señor hasta el lugar en que será emplazada.
No tenía opción, obedecer a los
crueles soldados romanos o sufrir, vete a saber cuales, las consecuencias de la
desobediencia a una orden por ellos dada.
En el momento en que cogio la cruz
para acompañar a Jesús hacia lo que sería el final de Su ministerio como hombre
entre hombres cabe suponer que su corazón fue tremendamente transformado pues
ya sabemos que cualquier contacto con Jesús, incluso sus ropajes, eran
suficiente para ser sanado y sufrir una tremenda transformación.
Simón de Cirene tuvo contacto con la
sangre de Jesús, con su sudor, la cruz que hasta hace unos instantes llevaba El
ha cuestas era ahora llevada por Simón. Acompañaba a Jesús en sus últimos
metros, los que le separaban de la muerte por nosotros en la cruz que ahora
portaba el.
Hoy en día sabemos que Nuestro Señor
acompaña la vida de todo Cristiano, la de cualquiera, sin ningún tipo de
distinción, cualquiera que decida coger su cruz y seguir Su camino conforme a
sus enseñanzas.
Simón llevo el peso que debía llevar
Jesús, no tenemos constancia de que Jesús le dijera nada, de lo que si podemos
estar seguros es de que recibió una mirada de gratitud, de Amor, una mirada
sanadora, una mirada como ninguna otra; capaz de cambiar para siempre una vida
y sus propósitos.
Debemos entender que somos nosotros
quienes deberíamos llevar esa cruz, nosotros somos Simón, el entendió entre
esos momentos y hasta que se supo de la resurrección de Jesucristo que la cruz
que estaba llevando era su propia cruz.
*Mateo 16: 24
Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame.
Aquella cruz cargada era por todos
nosotros, el peso de todos nuestros pecados, y Simón la llevo acompañando a
Jesús, no creo equivocarme si afirmo de que esta es de las pocas veces que
Jesús de Nazareth fue ayudado por un hombre, y la única que un hombre le ayudo
a cargar con la cruz en la cual murió para salvarnos entregando su sangre, entregando
su vida como hombre por Amor a todos nosotros.
Simón cargo aliviando durante un espacio de tiempo a Nuestro Señor a llevar tan pesada carga, obligado en un
principio y por compasión, quizas ya amor, a El después de ese cruce de miradas.
Ya no era una obligación, era y
sigue siendo un privilegio llevar esa cruz al lado de Jesús.
En ese corto camino seguro que Simón
también fue insultado y humillado por el solo echo de estar ayudando a Jesús
llevando tan pesada carga.
Todos los que llevamos nuestra cruz
para seguirle también somos muchas veces insultados, despreciados, motivo de mofa
y burla, incluso atacados físicamente y muertos por llevar la cruz y seguirle.
¿Tu crees que a Simón le importo?;
la pregunta debería ser si nos importa a nosotros el ser despreciados por
llevar la cruz, por predicar el Evangelio, por dar a conocer su testimonio, por
confesarle con nuestros labios, por llevar Su nombre ante todo y todos, por
proclamar que es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestra vida, nuestra manera
de ver y hacer las cosas, nuestro más grande e importante amor, al que le
debemos todo lo que somos y tenemos tanto ahora como en un futuro.
Simón paso de ser uno más de los
espectadores en el camino hacia el Gólgota a ser participe junto a Jesús de una
parte de la crucifixión; el camino hacia ella en sus metros finales, cargando
con la cruz junto a Jesucristo.
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